ISSN: 2665-3974 (en línea)
Lua revista 6, julio-diciembre 2021
Leslie Jiménez Serge – [email protected]
Silva Romero Ricardo (2020). Historia oficial del amor. Bogotá: Alfaguara
“Yo siempre he querido irme de este país” (55)
Silva Romero, nunca Silva, nunca Romero, siempre ambos. El poder del encuentro entre Marcela Romero y Eduardo Silva es la gran fuerza de esta novela de casi 540 páginas que ya va por su doceava edición, publicada por Alfaguara en el 2016. La novela permite entreverar la historia de un país como Colombia a través de la vida familiar de los esposos Silva Romero y el lastre histórico que llevan a sus espaldas.
Historia oficial del amor es un relato que vuelve la vista atrás, una suerte de novela autobiográfica, que lleva al lector a través de un viaje al pasado desde 2015 hasta 1932, día en que los Buj Ibañez desembarcan desde la lejana Fuentes de Nava en España al número 33 de la Calle de las damas en Cartagena y empiezan a construir una vida que está entre la salitrosa Cartagena y la fría Bogotá en Colombia. El relato destaca un día de cada año, donde sucede algo significativo en la vida familiar o nacional; un hecho importante que toque las puertas de los Silva Romero en el lapso 2015 – 1932.
Marcela Romero de Silva es una abogada de profesión, con amplia experiencia en el arte de sortear por igual difíciles presidentes y encrucijadas; Eduardo Silva es un premiado y comprometido profesor de física que ha dedicado su vida a la universidad en la que por años ha enseñado. Ambos, luchan con ánimo de gladiadores por armar una vida tranquila y modesta en contra de los atentados, bombas, apagones, sobornos y demás situaciones que parecerían increíbles en cualquier otra latitud, pero que para los colombianos se convierten en el pan de cada día. Porque como ya se dijo por ahí, “ser colombiano es un acto de fe”.
Marcela y Eduardo fueron vecinos durante años para luego cruzar sus destinos y concebir a Ricardo y Eduardo, abogado y escritor respectivamente, siendo el primero quien une los hilos de su familia y halla las claves que le permiten entender su pasado familiar y sus repercusiones en su presente.
La historia de los Silva Romero, como la de cualquier familia colombiana, está atravesada por monstruos gigantescos que acechan todos los domicilios en esta tierra de nadie: la precaria calidad de vida, la incapacidad de levantar la voz ante la injusticia por el miedo de ser callado y la violencia endémica que crece en las ramas de cada hogar y casi que se implanta en las salas familiares como cualquier otra maceta más:
Ay, Dios, que no vuelva esa época. Que no pase, se dice ella, como pasaba en el gobierno de Barco. Que no vuelvan los días en que uno no sabía si irse o si quedarse cuando le decían que la camioneta allá abajo era en realidad una bomba y que los señores de uniforme se iban a encargar de desactivarla (…) no había que elegir ni reelegir a ese Uribe que tanto se ponía la mano en el corazón, nos advirtió que ese hombre iba a volverse un déspota tarde o temprano, y repitió “es que los ratones olemos a los gatos” hasta que dejó de ser chistoso (84).
El relato dispone las reglas del juego, convierte al lector en un investigador que se ve obligado a ir descifrando las claves de la historia a medida que va leyendo, casi al ritmo que el autor fue uniendo las piezas del gran rompecabezas que es la historia de su familia. Así, como las muñecas rusas, se van develando los secretos de los Romero y los Silva que hicieron de Marcela y Eduardo lo que son en el presente. Es importante pensar en la esencia del relato como un llamado a combatir la vileza que pulula en las grandes oficinas tanto del Palacio de Nariño, como en cualquiera de las calles de nuestras ciudades y pueblos y que habitan impunemente las acciones de los poderosos, que han regido con mano corrupta las historias nacionales.
La novela es un texto imprescindible en nuestro país en momentos convulsos como estos, porque los gritos que escuchamos en las calles, el asesinato sistemático de manifestantes y el afán por callar al diferente, el que exige y que clama por mejores oportunidades no surgió ayer, es el resultado de una larga tradición de desconocimiento intencional de las necesidades de un pueblo que ha sido afectado financiera, social, cultural y por supuesto mentalmente por un estado vigilante y castrador, Estado incapaz de construir escenarios dialógicos de crecimiento para un país que a sangre, lo pide. En Historia Oficial del amor, Silva, como buen conocedor del cinematógrafo, toma la cámara y va desenfocando el presente para abrir el panorama y mostrar el cuadro completo: el pasado detonante de los grandes conflictos del presente en el país.
Y es que la violencia endémica y el afán por la deshonestidad son un resultado; “es que quizá no hemos tocado fondo porque no hay fondo, no existe fondo y ser humano es ser violento, piensa mi mamá, y esta violencia colombiana es un oficio, y ya qué” (153). La violencia sistemática que encontramos en nuestras calles, oficinas, edificios, salas de estar parece inoculada desde el nacimiento junto a otras actitudes: deshonestidad, corrupción, y falta de compasión entre otras. Lunares que contrastan con la lucha constante del colombiano por la integridad, por mantenerse a salvo en medio de la marejada de maldad e indolencia que ha marcado su vida; para Marcela, que con torres de constituciones colombianas y extranjeras participa esperanzadamente de la elaboración de la nueva constituyente y para Eduardo que desde las aulas, las conferencias, los libros construyen patria cada día y nos muestran que es posible, que desde la ley y el voto las realidades pueden ser transformadas y que aún en medio de los escombros de una guerra, una vida tranquila y honesta es posible.
En 2006, a sus 32, Ricardo Silva Romero fue nombrado uno de los 39 autores menores de 39 más importantes de Latinoamérica por el Hay Festival haciendo parte de la nómina de Bogotá39, una iniciativa para situar la ciudad como Capital mundial del libro. Silva ha publicado una decena de novelas entre las que destacamos Río muerto (2020)y El libro de la envidia (20414). De igual forma, ha incursionado en la escritura de poemas, cuentos, novelas y ensayos que han sido publicados y leídos ampliamente dentro y fuera de Colombia. La pasión por el cine lo llevó a estudiar un Máster en la Universidad Autónoma de Barcelona, escribir guiones cinematográficos y ser durante mucho tiempo crítico de cine en la Revista Semana y columnista frecuente en SoHo. Más que un escritor, Silva Romero es un apasionado por las palabras, cultivadas a fuerza de trabajo, a diario, que realmente vale la pena leer para conocer las esquinas que narran la literatura colombiana en nuestro tiempo.