Jennis Consuegra Gómez – [email protected]
“Soy la fotografía de un desaparecido.”
Calle 13
¡Policía! ¡Policía! Grité a todo pulmón para que me auxiliaran. Pero, mi perseguidor al escucharme se reía irónicamente. Mientras corría mis pulmones ardían por la respiración rápida, miré hacia atrás y reconocí el traje verde y las botas negras que sonaban como un desfile militar.
Todo pasó realmente rápido, recuerdo sus gemidos bruscos, – me venía a la mente que ellos estaban hace unos días aquí patrullando la zona -, su cuerpo sobre el mío – porque hubo una masacre en un pueblo cercano -, una de sus manos en mi boca – vinieron porque los asesinos podrían estar cerca – la otra acariciando mi pecho, – desde su llegada se reportaron desaparecidos en nuestro pueblo -, las lágrimas empañaron mi visión – eran en su mayoría, niños y jóvenes -, y los gritos no salían de mi garganta – sus rostros estaban por todas partes en carteles -.
Terminó, sonrió, se levantó el pantalón satisfecho. Yo no podía mover un centímetro de mi cuerpo, me golpeó, me levantó, caminó conmigo varios metros. Por mi cansancio, debí dormirme. La luz del sol me despertó, sentía el agua tibia cubrirme y resonar suavemente en mis oídos, ese cálido sonido fue interrumpido por los graznidos de algún pájaro. Con dificultad intenté levantarme, no podía, no tenía suelo que pisar, con mis manos empecé a tantear a mí alrededor, chapoteando el agua. Alcancé a tocar algo a mi lado, estaba duro y viscoso, volteé un poco la cabeza y lo reconocí.
Era Samuelito, uno de los niños que había visto ayer en el cartel de desaparecidos. Tenía los ojos abiertos y rojos, su cuerpo estaba inflado como un globo, el terror se apoderó de mí, traté de apartarme de él, pero mi cuerpo entumecido no respondía, algo empezó a llevarme hacia el fondo del agua. Poco a poco sentí cómo me hundía, en ese momento, llegué a la conclusión – ¡Ah! Con que ellos son los que nos matan -.