Sobre cómo el agua inundó el mundo

Sobre cómo el agua inundó el mundo

©Ana Maria Cabrera más de ella en https://anamariacabrera.weebly.com/

ISSN: 2665-3974 (en línea)

Luarevista 2, enero-julio 2019

Por Jennis Andrea Consuegra Gómez [email protected]

Estoy sentada frente al computador y no pasa nada. Me voy hasta el taller con el pincel en la mano y el lienzo sigue vacío. Me acerco al piano, pero mis manos no se mueven. Voy a la cocina y no pasa nada. Salgo a caminar y ni las piernas se quieren mover, mejor me quedaré en casa, me tiraré al suelo mientras cae la lluvia y escucho cómo golpetea en el tejado. De mis manos no fluye nada, ni de mis piernas, ni de mi boca. Lo único que sucede son miles de pensamientos que se pasean como cabras locas por la habitación, que saltan, juegan o lloran. Todo está oscuro, todo aquí dentro está oscuro. El alma llora, está triste y ni siquiera sabe por qué. Los pensamientos siguen desordenados, gritan, ríen, corren y yo solo estoy ahí…

Ahora la lluvia está tan fuerte que está entrando a la casa, ya todo lo que había dentro parece flotar, y yo también. Ni siquiera sé lo que estoy pensando, ni siquiera sé por qué estoy así, lo único que puedo hacer es seguir acostada, flotando, mientras cae gota a gota la lluvia y entra a mi casa a seguir llenando cada habitación.

Ya se calmó la lluvia, pero la casa sigue llenándose de agua; creo que lo que brota de mis ojos contribuye a que se siga inundando. Ya está llegando hasta el techo: si no paro, creo que me ahogaré aquí. Ya mi nariz está tocando el techo, y algo ha golpeado mi trasero, creo que debajo de mí ya hay peces nadando, tal vez ya una ballena vino a mudarse aquí, y no me importa lo que pase, sólo quiero seguir aquí, flotando y llorando.

Nadie me entiende, ni yo logro entenderme, y eso duele. Duele ver  a todos irse  y no poder detenerlos, no por mí, sino por eso, eso que sigue en mi mente y me impide moverme. Todos son mejores que yo, todos saben más que yo, hacen cosas más bonitas que yo. Ellos tienen talento, hacen cosas increíbles y ayudan a todo el mundo; mientras tanto yo sigo aquí, viendo cómo se cae el techo y cómo el agua ha salido a la calle a inundar el barrio. Ya no hay sólo una ballena como visitante, sino también mantarrayas, medusas, tiburones y creo que lo que está rondando a mi lado son caballitos de mar color amarillo.

 El tiburón se comió a los peces, y la ballena me ha tragado entera. Creo que ya se inundó el mundo, espero que haya sido así para no tener que volver mañana a trabajar, sólo quiero seguir aquí, acostada, dentro de esta ballena, llorando.