ISSN: 2665-3974 (en línea)
Luarevista 3 y 4 , julio- diciembre 2019/enero- junio 2020
Por Maria Virginia Pinilla Corredor – [email protected]
Las brisas que llegan del norte por el mar a Puerto Colombia, han desaparecido. La lluvia llegó para alegrar tanto a chicos como a grandes y arropar de vida la vegetación. Las guanabanas, limones y papayas de los árboles de la casa están listas para deleitar nuestros paladares. Sentada en mi mecedora, en el jardín de la casa mi mente se pierde en los recuerdos. Son cincuenta y pico agostos que he vivido y recorrido en el camino de la vida. Por cierto, ¡Muy agitados! De todas estas vivencias, nunca imaginé ver el planeta en vilo.
Tengo miedo de enfrentar esta realidad y conocer el COVID 19 que sin cometer un delito me ha dado casa por cárcel. Espero un día, una hora y un número para poder salir a proveer los alimentos. Mientras hago largas filas tengo la sensación de regresar a casa contagiada como si la muerte me llamara. ¿Sere exagerada?, ¿Estará cerca el fin del mundo? o ¿será verdad qué hago parte de una guerra fría?
Estoy segura que ya nada será igual, como nunca mi vida se limita al hoy, busco la libertad en la lectura de un libro que me permita viajar, encuentro fortaleza entrenando mi cuerpo y mi mente compartiendo en familia. Lo bueno en medio de todo es tener tiempo, para recuperar lo perdido. Mientras organizo mis pensamientos y reinvento mi nueva forma de vivir, me siento en la mecedora atenta para que me digan que hacer.