Por: Ana Melisa Zabaleta Miranda
Agua con sal
Está bien no tener un horizonte punta en blanco si hay un suelo concreto y sostenible. Está bien abrir los brazos y desesperados buscar aliento, está bien sentirse un cero entre masas de peso. Todo estaría relativamente bien si algún día pudieras encontrar el sentido de la mierda, comprender el bullicio de los susurros, interpretar el idioma del viento y naufragar en el más liviano de los sueños.
Un sueño tan liviano que fuera real, que deseche lo inhumano lo que me hace invisible, lo que me hace llorar. No lloro porque quiera, lloro porque es normal que entre tanta pesadilla me pueda asustar. Lloro por mi esperanza, lloro por mi verdad, lloro porque la vida no se cansa de brindarme agua con sal.
Bien vestido
Bendito traje de sastre que engalana su figura, por los dioses diseñado y por las ninfas su costura. Elegante hombre bien vestido, pero es esa máscara sonriente la que bloquea los sentidos de la mujer sentada en el parque que lo mira sin vergüenza, perdiéndose en aquel éxtasis vestido de traje.
¿Acaso es un pecado desear al hombre del prójimo? Porque he violado esa regla y sin pudor lo reconozco, pues sentada en aquel parque descubrí mi pecado, desnudé con mis ojos a aquel hombre de traje blanco.